Por Iñaki Rubio
A la espera del Alba, los muertos de tu camino vitorean tu Nombre.
Eres sombra y hiel, prófugo y tormenta, arcano desolado de un jardín negro;
Creciste en surcos y en besos rotos; los señores de tu especie te entregaron a las fauces de la ignominia, del hastío.
Y ahora pretenden con fatuos cantos amarillos provocar tu Alba, tu último dominio.
Creces y creces en atardeceres de bestia y venganza, en soles desteñidos, en miradas ocres.
Para ti, el intenso cielo, a nosotros la lluvia seca y los ríos de muletas.
Una legítima rosa suicidará su perfume antes de ser capturada.